El Sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana (junto con el Bautismo y la Eucaristía). Por este sacramento nos unidos más íntimamente a la Iglesia y somos enriquecidos con los dones del Espíritu Santo para poder ser auténticos testigos de Cristo.
En la Confirmación el cristiano ya bautizado recibe una efusión especial del Espíritu Santo, tal como fue concedida a los Apóstoles el día de Pentecostés, para crecer y profundizar en la gracia bautismal.
«Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis).
La Confirmación imprime una huella espiritual permanente en el alma, distinguiéndonos como discípulos cristianos. Nos enriquece con la fuerza del Espíritu Santo y nos compromete en nuestro papel en la misión de la Iglesia, que es proclamar el Evangelio. Mediante los dones del Espíritu Santo podemos participar en esta misión y somos enviados para «ir y hacer discípulos a todas las naciones» (Mt 28,18-20).
Todo cristiano católico que haya sido bautizado y no haya sido confirmado todavía. Para ello es necesaria una preparación adecuada y la voluntad de vivir como testigo de Cristo.
Para adolescentes (14-18 años)
El proceso de catequesis dura dos cursos. Para la Confirmación es necesario estar bautizado y haber hecho la Primera Comunión. Si aún no se ha recibido la Primera Comunión, es posible prepararse durante las mismas catequesis de Confirmación.
Para adultos (20 años o más)
La preparación se realizará mediante una serie de encuentros dos viernes al mes desde noviembre a marzo. Es imprescindible la asistencia a todas las reuniones.