"Es el más bello y magnífico de los dones de Dios (...) lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios"(San Gregorio Nacianceno).
El bautismo es el primer sacramento de la vida cristiana. Por él somos liberados del pecado, nacemos a una nueva vida como hijos de Dios y pasamos a formar parte de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Es el fundamento de toda vida cristiana y el acceso a los demás sacramentos.
Toda persona no bautizada puede recibir el bautismo.
Los padres cristianos deben bautizar a su hijo poco después de su nacimiento. Esto forma parte de su misión de cuidar y alimentar la vida que Dios les ha confiado. En este caso son los padres y padrinos quienes lo presentan ante la Iglesia con el compromiso de educarlo en la fe.
Los adultos y los niños que ya han llegado al uso de razón se preparan siguiendo un camino de iniciación que consta de varias etapas, por el cual se disponen también a recibir la comunión eucarística y la confirmación, y se incorporan a la comunidad cristiana.
Los padrinos, juntamente con los padres, presentan al niño que va a recibir el bautismo y asumen la responsabilidad de su educación cristiana, siendo modelos de vida cristiana para los ahijados. Puede haber un padrino o una madrina o, si son dos, un padrino y una madrina. Para desempeñar esta función es necesario haber cumplido 16 años, ser católico, estar confirmado y llevar una vida coherente con la fe y la misión que va a asumir.Leer más →
Documentación